Los desafíos que ha dejado la pandemia en la educación suponen grandes retos para los docentes y para los padres de familia.
La pandemia ha dejado una gran cicatriz en la educación en todos los países del mundo. El distanciamiento y la virtualidad, siendo eficientes para evitar el contagio del COVID-19 y continuar con las actividades académicas, dejaron desproporcionales diferencias que vienen marcando la pauta para una nueva forma de aprendizaje, un reto al que maestros, padres de familia y estudiantes, hoy hacen frente.
Sobre estos nuevos desafíos se han ido hablado largamente en diversos manifiestos, especialistas y entidades involucradas en la educación señalan que la vuelta a la escuela es una fase importante y positiva, y aunque todos los niños tienen derecho a la educación, muchas veces el sólo hecho de ir a la escuela puede ser un gran reto sobre todo para aquellos que tienen alguna condición especial ya que las recomendaciones para el acompañamiento en estos casos son mucho más demandantes y requieren un trato totalmente distinto.
Aprendizajes diferenciados
Uno de los principales motivos son las diversas oportunidades y recursos con los que cuentan los estudiantes; además del acompañamiento que hayan podido recibir por parte de los padres de familia y acompañantes de cada uno. “Algunas investigaciones permiten avizorar que los impactos negativos en el aprendizaje son muy desiguales. Existe evidencia de que, en países ricos, a pesar de su mayor avance tecnológico, hay pérdidas de aprendizaje y mayor desigualdad”, esto según lo señala un artículo del Banco Mundial sobre la crisis educativa que se vive actualmente.
“En América Latina, el 90% de los niños recibió algún aprendizaje a distancia; pero menos de la mitad fue a través de internet. El resto, fue radio y TV. En muchos países de ingresos medios, una pequeña minoría, principalmente en las escuelas de élite, han tenido varias horas diarias de instrucción sincrónica; pero, en el otro extremo de la escala de ingresos, muchos estudiantes tuvieron que conformarse con unas pocas horas de programación en medios de comunicación”, advierte el estudio, además.
Experiencias que han impactado su bienestar
Otro de los retos que la educación debe enfrentar está ligado a la salud mental de los estudiantes, ya que no todos han vivido de la misma manera la pandemia. En algunos, este confinamiento ha provocado experiencias positivas y para otros, se han presentado las más negativas de las situaciones. Entender ese panorama como docente o padre de familia es todo un desafío. Algunos estudiantes perdieron seres queridos, unos migraron, sus rutinas se habrán visto afectadas, varios estuvieron más o menos tiempo con sus padres y cuidadores, mientras que otros arrastran sensaciones de miedo en grados distintos.
Para este reto, Unicef presentó un informe titulado “Decálogo para apoyar el bienestar emocional de los niños y niñas pequeñas durante la pandemia y la post-pandemia del COVID-19”, que en líneas generales consta de 10 mensajes claves en torno al cuidado del bienestar emocional de los estudiantes:
- Comprender que las reacciones de los niños con respecto a la pandemia pueden variar.
- Asegurar la presencia de un cuidador sensible y receptivo.
- Entender que el distanciamiento social no debe significar aislamiento social.
- Proporcionar a los niños información apropiada para su edad.
- Crear un entorno físico y emocional seguro con la práctica de la tranquilidad, las rutinas y la regulación.
- Hacer que los niños tengan actividades.
- Aumentar la autoeficacia de los niños.
- Crear oportunidades para que los cuidadores se cuiden a sí mismos.
- Buscar ayuda profesional si los niños muestran signos de trauma que no se resuelven con relativa rapidez.
- Enfatizar las fortalezas, la esperanza y la positividad.
Crecen lejos de la escuela
El último reto que enfrenta la educación está relacionado al desarrollo del menor lejos de la escuela. Entender este punto es un factor importante para el docente que se vuelve a encontrar con su estudiante, ya que antes de la pandemia formaba parte de su decrecimiento personal y espiritual. Con el COVID-19, esa línea se ha roto, y por lo general, es un empezar de nuevo para muchos de ellos.
En esta situación también se encuentra la empatía del docente, quien necesita entender que la relación del alumno con sus pares se ha detenido de manera abrupta por dos años de pandemia, y que estos han trascendido a planos menos personalizados y más digitalizados. Los estudiantes han dejado de enriquecer sus relaciones interpersonales ante la llegada del COVID-19.
“Una reciente investigación proporciona evidencia de que la cognición social de algunos adultos se ha visto afectada por los confinamientos de COVID-19. El estudio muestra que las personas experimentaron una reducción en los sentimientos positivos, lo que los inclinó a pensar negativamente, lo cual se relacionó significativamente con su conexión social. Los que estaban menos conectados socialmente se vieron más afectados. Es probable que los niños sean aún más vulnerables en lo que se trata de los efectos a largo plazo de un retraso o ausencia en la interacción entre pares”, indica Barbara Jacquelyn Sahakian, neuropsicología clínica de la Universidad de Cambridge, en una reciente publicación en la BBC.
De esta manera, la educación en el país, y en el mundo entero, hoy se ven desafiadas por nuevos retos provocados por la pandemia de COVID-19, a los que docentes y padres de familia tienen que hacer frente, diseñando nuevas actividades en el aula, que motiven el relacionamiento, profundas estrategias pensadas con tiempo que se puedan aplicar en base a una correcta identificación de los casos que requieran acompañamiento académico especial, social y emocional diferenciado, siempre buscando y ofreciendo apoyo. Lo principal es que los docentes puedan entender cuáles son los retos que nos ha dejado la pandemia, es super importante para poder acompañar a los alumnos en este proceso del retorno a la presencialidad.
Fuente: fundaciónwiese.org
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